Mañana es mi último madrugón del verano, un verano en el que tendré la oportunidad de pasar dos meses enteros como
Mama Full-Time, dos meses que esperaba con las ganas y la ilusión de poder disfrutar más y mejor de mis niños, una vez sacadas las variables trabajo y cole de la ecuación de nuestro día a día.
Y es que en los últimos meses me he sentido a veces desbordada por ese día a día. A veces los niños no ponen las cosas nada fáciles. Entre las peleas de los mayores, los caprichos del pequeño y el no parar de María, me he sentido en un estado permanente de alerta.
María necesita vigilancia constante las 24 horas del día. Siempre encuentra donde "hacer el mal".
Miguel, que no está dispuesto a perder su sitio del pequeño de la casa, ese que tenía tan bien establecido. Lo intenta conseguir todo llorando y eso desquicia hasta al más paciente y Daniela y Manuel inmersos en el clásico entre hermanos de "ni contigo ni sin ti".
Las continuas exigencias de cuatro niños ( aún muy pequeños tengo que decir en su defensa ) que nunca tienen suficiente, que siempre quieren más, puede llegar a ser muy agotador y hacen replantearte continuamente si estás haciendo bien las cosas.
A veces, cuando los acuestos, a pesar del descanso físico y mental que eso supone, caigo en que no los he achuchado lo suficiente, que no nos hemos reído juntos o que no hemos hablado de esto o de aquello y me pesa, me pesa mucho, aunque intento no fustigarme con ello y pensar en que el siguiente día será mejor.
Muchas veces oigo eso de: pero los mayores te ayudarán mucho, no?? pues verás, ayudar...ayudan... pero no dejan de tener menos de 8 años, así que sumar... suman todos!
En fin, que esperemos que pasemos un buen verano en el que todos podamos disfrutar de todos.